viernes, 4 de marzo de 2011

¿Cómo enseñar un museo?

La historiadora Encarna Jiménez Losantos, directora de comunicación del IVAM y ex jefa del Gabinete de Prensa del Ministerio de Cultura y del Museo Reina Sofía de Madrid, ha publicado un libro que, con esa pregunta Cómo enseñar un museo (IVAM) analiza el papel de los museos de arte contemporáneo hoy y discute qué estrategia resulta cabal para acercarlos a un público amplio.

“Si la Revolución Francesa abrió las colecciones reales al pueblo”, escribe, “las políticas sociales y estrategias de comunicación han hecho posible que nadie olvide que un museo de arte moderno debe ofrecer servicios que no se dejen arrastrar por el oportunismo y que no confundan un museo con un parque temático”.

Jiménez sostiene que la proliferación de este tipo de centros públicos por las diversas Comunidades Autónomas obedece al valor añadido y la imagen de modernidad asociado, desde los años ochenta, al arte y la arquitectura. El turismo cultural estaría, así, detrás de la creación de muchos de estos museos, que dejaron de construirse con el fin de conservar bienes patrimoniales para abrazar el esquema anglosajón de rentabilidad económica y social.

Según Jiménez, internacionalmente, a los nuevos museos españoles se les reconoce “personalidad”: “Son menos intercambiables”. Pero tiene claro que “la mayor parte de la gente a la que se dirige un museo para captar su atención, y hacer que lo visite, desconoce el arte contemporáneo”. Esa situación justificaría la labor de divulgación y publicidad que ella misma desarrolla.

¿Qué busca la gente en un museo de arte moderno? “Ver cuadros haciendo zapping ambulante y comprar un recuerdo de la obra de un artista que suena, sentir que está al día y comer en un restaurante de referencia, entretener a los niños y, tal vez, salir con alguna pregunta o respuesta”. “Desde que los museos dejaron de ser templos en los que se custodia un patrimonio irrepetible para competir con los parques temáticos, cambió la estrategia de acercamiento a un público más diverso. Hacer exposiciones temporales sirve para dar campanadas mediáticas (…). El kitsch turístico se apodera del sentido museográfico”. Jiménez escribe que se emplea un “sinfín de recursos para que el visitante se sienta estimulado por lo que desconoce”. “Nos acercamos a los realities que hacen de la muerte o los fenómenos friquis su fuente de ingresos”.

La cara arquitectónica de los nuevos museos es, para la autora, el Guggenheim de Bilbao. Pero también las sucesivas franquicias de esa marca, como la que Koolhaas levantó en Las Vegas y que tuvo que cerrar al poco de inaugurarse. Ese momento anuncia “la crisis de un modelo de gestión en el que más que arte había que presentar un estilo que compraban públicos periféricos para tener glamour”. “Ha habido decepciones en la exportación de proyectos que tenían más de expansión de mercado que de propuestas museográficas”.

“Hablar de cultura es hablar de dinero, y cuando se mueve tanto como en el mundo del arte, la financiación de los museos es uno de los puntos clave para conocer los mecanismos de funcionamiento de los museos de arte moderno”. Según Encarna Jiménez, una manera de “pagar lo que cuesta el arte” es “la explotación de los espacios”, alquilar el museo como escenario para la pantomima de un acto comercial que quiere se cultural. Y puestos a mover dinero, Jiménez lo tiene claro: “el mundo del espectáculo mueve más dinero y llama más la atención”.

Analizada la situación con recato pero sin escatimar crudeza, la jefa de prensa del IVAM tiene clara su postura: “Rothko no es divertido ni tiene por qué serlo”. La misión del museo no puede ser más entretener que instruir. Por el momento, parece que el entretenimiento es quien gana la partida.

Anatxu Zabalbeascoa (13/01/2011) en su blog


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